Comentario
La mayoría de estas instituciones fue fundada durante el siglo XVII. La Académie d'architecture funcionaba desde 1671 aunque todavía a principios del siglo XVIII no contaba con un estatuto legal. Puesta bajo la protección real, el primer arquitecto del Rey era al mismo tiempo su director. Además de estudiar cuestiones puramente teóricas, debía examinar y resolver las memorias, modelos y dificultades que se le presentaran. Aunque bastante clásicos en sus aspectos teóricos, durante la época más fulgurante de la ornamentación rococó fueron en general muy liberales con lo que ellos llamaban licencias.La enseñanza que se impartía en la Academia quedó regulada en 1717 y consistía en clases desde noviembre hasta septiembre en las que se enseñaba geometría y las reglas prácticas de arquitectura. Hasta 1742, en que Jacques François Blondel decidió abrir una escuela privada, los cursos de la Academia eran los únicos que se impartían. En 1720 comenzaron a organizarse concursos anuales por la Academia. Los temas que se proponen en un principio para presentarse al gran premio son bastante sencillos (planta de una iglesia, un arco de triunfo, altar de una catedral) pero a partir de 1738 la complicación fue en aumento, así por ejemplo, en 1739 consistió en unas caballerizas con cuadras, residencias para el caballerizo mayor y sus ayudantes, pajes, capilla y talleres. El estudio detallado de los temas propuestos descubre las diferentes tendencias por las que se encaminaban los académicos y permite comprender la evolución de la arquitectura hacia las nuevas concepciones neoclásicas.La Académie royale de peinture et de sculpture, fundada en 1648, era también como la de Arquitectura un centro cultural por sus sesiones, sus conferencias y su Salón, del que luego hablaremos, y un lugar de enseñanza por sus cursos y talleres.Para ser nombrado académico, cuyo número no estaba limitado, presentaba el solicitante una o varias de sus obras más significativas; a la vista de ellas votaban los académicos su admisión y en el caso de que saliera afirmativa se le pedía la ejecución de una obra, determinándole el tema, que servía para su posterior recepción. La mayor parte de estas obras conservadas en la Academia pasó tras la Revolución al Louvre, constituyendo una preciosa fuente para estudiar la escultura y pintura francesas. Una vez admitido en la Academia, cuya sede estaba en el Louvre, asistía a las sesiones, tenía derecho a voto y podía exponer en el Salón.La enseñanza organizada por esta institución correspondía a un cuerpo de profesores y adjuntos, artistas prestigiosos cuyos nombres se conocen; sin embargo, se ignora el contenido real de sus enseñanzas. Cada tres meses los alumnos concurrían a pequeños premios y anualmente se celebraban los concursos de los grandes premios. Para éstos se decidía un tema común para pintores y escultores que en principio, en el mes de abril, hacían un boceto; los académicos elegían los mejores y sus autores debían entonces hacer la obra definitiva en el aislamiento de las loges (celdas). En la semana de la festividad de San Luis, fiesta de la Academia, a finales del mes de agosto, se exponían públicamente. Luego, en voto secreto, los académicos decidían los premios que consistían en una medalla de oro, gran premio que en general abría las puertas de la Academia de Francia en Roma y unas medallas de plata.En el año 1749 la dirección de los Edificios Reales creó la Ecole royale des Elèves proteges, con la pretensión de formar mejor a los artistas que iban a ser destinados a trabajar para el Rey. Primero pasaban por la escuela de la Academia real de pintura y escultura, luego, aquellos que habían sido laureados en el concurso anual se les nombraba pensionados del Rey de esta Escuela de alumnos protegidos. Así, seis artistas se perfeccionaban en su arte antes de ir a la Academia de Roma. Pero la Real Academia de pintura y escultura, celosa de sus derechos que monopolizaban la enseñanza del arte, conseguirá la supresión de esta Escuela el año 1775. Al año siguiente se suprimió también a instancias de aquélla la Académie de Saint-Luc, institución impregnada de un fuerte espíritu gremial.Como ya he indicado antes los merecedores del Gran Premio de la Academia de pintura y escultura recibían su diploma de pensionados de la Academia de Francia en Roma. Los alumnos de arquitectura en un principio eran designados directamente por el director, pero poco a poco se fue imponiendo la costumbre de enviar también a los primeros premios. Hasta 1725 su sede fue en el palacio Capranica, luego durante todo el siglo XVIII se instaló en el palacio Mancini, en el Corso. El director, que era un pintor, debía intentar que fuera un centro de formación artística, pero también foco de irradiación francés en el ámbito romano. Era misión suya cuidar de que los pensionados estudiaran las obras clásicas y a los grandes artistas romanos. Vigilaba sus trabajos y enviaba informes a París para dar a conocer sus progresos. Pero los varios años de estancia les permitían también tomar el pulso a la ciudad y participar activamente en su vida integrándose en su ambiente, sin desdeñar su asistencia a los carnavales y otras fiestas. Muchos pensionados en lugar de preocuparse por su perfeccionamiento se dedicaban a la búsqueda de clientela y en algunos casos también participaron en los concursos de la Academia romana de San Lucas.La manifestación artística más importante del París del siglo XVIII fue el Salón, en donde se exponían obras de los miembros de la Academia. Durante el siglo XVIII hubo algunos salones sin periodicidad y ya en el siglo siguiente se celebró uno en 1704 y otro en 1725. A partir de 1737 se hicieron periódicos, primero anuales y desde 1748 cada dos años. Se abría, salvo excepciones, el día de San Luis, 25 de agosto, fiesta de la Academia y el lugar, el Salón carré del viejo Louvre, de donde le viene su nombre. Aparte de la significación que suponía exponer, aunque por poco tiempo, la obra al público, tenía también una gran trascendencia por la literatura que suscita. Por un lado en el programa oficial se recogía la lista de obras, acompañada a veces de unos sencillos datos explicando las intenciones del artista. Más importantes eran, sin embargo, las críticas de los salonnier, verdaderos libelos que caían sin piedad sobre los artistas, pero que nos permiten conocer los derroteros por los que se encaminaba la crítica contemporánea. Indudablemente la más célebre fue la ejercida, hay que reconocer que de una manera un tanto parcial, por Diderot de 1759 a 1781.Aparte de esta exposición oficial se celebraba también en París cada año, al aire libre, en la plaza Dauphine, una exposición conocida como Exposición de la juventud, en la que participó Chardin en los inicios de su carrera.